Mostrando entradas con la etiqueta Hijo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Hijo. Mostrar todas las entradas

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Mamá y Abuela

Nunca pensé, que mi madre iba a ser la abuela que es hoy en día. Abuela incondicional, cariñosa, generosa y todas las osas que se nos puedan imaginar en este sentido. ¿Pero donde estaba esa mujer escondida cuando "sólo" era madre?. Y no quiero decir que antes no fuera cariñosa ni nada de eso sino que era sumamente exigente y siempre ejerciendo correctivos sobre sus hijas. Claro, pensando yo, ahora ha dejado de lado los correctivos, de esa función ¡que se ocupe la madre!. Ella está para mimar, consentir y adorar a su nieto.

Miren ustedes por donde, cómo es la vida, que Dios le trajo como nieto el varón que nunca tuvo y que siempre deseó, pues nosotras somos tres hermanas. Y ya que nombro a Dios aprovecho para decir que él supo cómo hacer las cosas al no darle un hijo varón a mi madre porque si en vez de ser mi madre fuese mi suegra hace mucho tiempo que hubiese habido un cisma familiar. Porque una madre es una madre, con ella discutes, muchas veces sin medir las palabras, te enfadas, ríes, lloras, gritas y seguirá siendo tu madre pero con tu suegra no es lo mismo. Y eso que yo con mi suegra estoy encantada, es la mejor de las suegras, respeta nuestras decisiones y nos quiere mucho pero nos falta ese lazo que tienen una madre y una hija, ese lazo irrompible. Ella es un buen ejemplo a seguir, sobretodo teniendo en cuenta que algún día llegaré a ser suegra también.

Estando así las cosas, lo vamos llevando. Ambas, mi madre y yo, somos conscientes de las funciones de la otra y aunque nunca se lo admitiré estoy encantada con que ella cumpla tan bien con las suyas. Aunque tenga que regañarla por no hacerme ni caso cuando le doy instrucciones, aunque a escondidas le de al peque otras comidas y a deshora porque crea que el niño "está muy flaco", aunque no lo despierte porque le da penita a pesar de que el peque se ha dormido antes del almuerzo y luego nos dará la lata toda la tarde, aunque lo lleve a misa siempre que puede en vez de llevarlo al parque como habíamos quedado y de paso aproveche para mostrarle orgullosa su nieto a todas sus amigas, aunque se niegue a darle de comer en la trona sino sentadito en sus piernas para hablar con él y sentirlo mas cerquita. Aunque haya desocupado el cajón de la cómoda de una de mis hermanas para poner sólo las cosas de su nieto de tal manera que no le falte nada y que tenga "su propio espacio", aunque le haya enseñado a apagar cualquier luz eléctrica soplando como si fuera una vela y aunque, si por ella fuera, el niño no caminaría pues estaría mejor en sus brazos. 

Soy feliz por ella, ella que es Mamá Y Abuela, porque desde que nació su nieto su cara se ilumina con un brillo especial. Porque aunque estemos en desacuerdo en un montón de cosas, a ella sólo la mueve el puro amor que siente hacia él y porque, su nieto, mi hijo, la adora con locura y su carita se ilumina también cuando la ve o tan solo con nombrarla.


Y estoy feliz por mi, por tener la suerte de contemplar tanto amor entre una abuela y su nieto.

viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Cual es tu mejor momento del día?


 Por estos días, respondiendo a las preguntas de un cuestionario, me topé con una que decía; ¿Cual es tu mejor momento del día?... A partir de ahí dejé de responder al cuestionario. No parece una pregunta difícil pero lo cierto es que mi respuesta no cuadraba con ninguna de las tres opciones. Por otro lado, yo tampoco tenía una única respuesta. Soy consciente de lo afortunada que soy al decir que tengo muchos mejores momentos del día y desde entonces me he estado debatiendo entre ellos para poder escoger el top 1.

 Puedo decir que actualmente mi mejor momento del día es por la mañana, cuando mi hijo se despierta, le preparo su biberón y lo traigo a mi cama para dárselo. Y aquí es donde viene la mejor parte, cuando acaba de comer se echa a mi ladito y remoloneamos juntos, me abraza, me sonríe, jugamos a hacernos cosquillas y somos los mas felices. Momentos privados, nuestros, y llenos de amor y ternura. Esos momentos marcan la diferencia, hacen que el comienzo del día sea especial aunque se repitan todos los días y, nos carga de energía positiva para el resto de la jornada. Como resultado, tenemos un montón de días especiales y felicidad a raudales. 

 Esos ratos en sí, se asemejan mucho a lo que sentía cuando le daba el pecho. Quien sabe, a lo mejor sin darnos cuenta hemos buscado la manera de seguir manteniendo esa intimidad ajustándonos a las nuevas circunstancias. Y ojalá sigamos haciéndolo en un futuro; después de todo no va a estar toda la vida tomando biberón, y los niños crecen y se hacen mayores y pasan por muchas y diversas fases, entre ellas las de volverse mas rebeldes y vergonzosos. Pero quisiera seguir manteniendo esa complicidad que tanto bien nos hace para el alma.

 Por otro lado, y por muy opuesto que parezca a primera vista, mi segundo mejor momento del día es justo cuando llego a casa después de dejar al peque en la guardería y me dispongo a tomar el desayuno. Ese momento de soledad, de estar conmigo misma, feliz y cargada de energía para el resto del día es exquisito. Todo se afronta de otra manera, con seguridad, buen humor y paciencia. De verdad, pruébalo, encuentra tu mejor momento y disfrútalo. El resultado es una sensación de plenitud infinita.

 Y, para ti, ¿cual es tu mejor momento del día?  ;)

jueves, 10 de noviembre de 2011

El Peque Va A La Guardería


Hace unos días, desde la escuela infantil donde está mi hijo nos pidieron que elaboráramos una carta donde expresáramos nuestros sentimientos y sensaciones experimentados con el comienzo de nuestros hijos en la guardería, para la elaboración de la revista anual del centro. Por aquellos días debí de estar tan metida en los acontecimientos que ni siquiera se me pasó por la cabeza compartirlos. Me permito ahora hacerlo, es así como El Peque Va A La Guardería;

  "Comenzaré diciendo que tenemos un niño muy risueño y feliz y que teníamos claro que nuestro hijo empezaría a ir a la guardería al cumplir el año, solo unas horitas y para que estuviera con otros niños y aprendiera otras cosas diferentes a las que le podamos enseñar nosotros, o parecidas, pero que tuviera la experiencia de compartir con otras personas.

 A medida que se acercaba el momento me convencía mas de nuestra decisión, pues realmente los requerimientos de actividad del niño iban en aumento y exigía mas distracciones. Empezó así toda una búsqueda de "la mejor escuela infantil" y definitivamente la decisión se basó en aquella donde nos pareció que el niño seguiría siendo feliz, donde lo quisieran mucho y le ayudaran a desarrollar su pequeño ser durante el tiempo que no estuviera con nosotros. Buscábamos una familia.

 Pasamos así a la etapa del período de adaptación, la mas dura, donde verdaderamente tienes que reafirmarte en tu decisión. Después de todo, los seres humanos somos seres de costumbres y rutinas y cualquier cambio nos preocupa y si el cambio involucra a nuestros hijos nos preocupará aún mas. Ante la inminencia de la fecha te asaltan un montón de dudas y preguntas. Piensas en si se adaptará bien y rápido a la nueva rutina, si lo querrán mucho y lo tratarán con cuidado y dedicación. Si comerá bien o si estarán pendientes cuando su pañal esté sucio. En definitiva, ansías que los que están a su cargo sean una extensión tuya y lo cuiden como en una familia. Quisieras evitarle todo lo malo que pueda pasarle y a la vez sabes que los niños tienen que vivir su propia vida, sus propias experiencias, ya sean buenas o malas y que hay que enseñarle a usar esas experiencias en favor de su yo futuro. 

Todos esos pensamientos se me cruzaban en su período de adaptación, bueno, en nuestro período de adaptación porque fue para los tres (papá, mamá y el peque). La rutina cambiaba para todos y todos tendríamos que saber adaptarnos e intentar que fuera de la mejor manera, sin traumas ni tragedias. Los tres primeros días fueron los mas críticos. Y el tercer día entró llorando... que horrible sensación!. Y que mal se siente una cuando te dicen: "Corre, vete antes de que mire para atrás!". Sabes que tienen razón pero no dejas de sentirte mal, de sentir como si lo estuvieras abandonando y solo piensas en regresar y llevártelo. Hasta que prevalece la razón y te das cuenta de que tu actitud también es fundamental para el niño, que él aprenderá de ti a resolver ésta y muchas otras situaciones. Y que depende de ti el no hacer de ella un drama.

Me atrevo a interpretar su mente cuando digo que lo que más le preocupó al niño de la nueva situación fue si lo estaba abandonando o no. Cuando estaba en casa se me pegaba para ir a todas partes y no soportaba que cambiara de habitación sin él, quería tenerme siempre a la vista. En cuanto se dio cuenta de que la nueva rutina contenía diversión, cariño y que además mami lo iba a recoger mas tarde y todos los días, se relajó, y comenzó a disfrutar. Así es como se ha instaurado una nueva rutina.

 El mejor indicativo; verlo entrar con alegría y verlo salir con alegría. Cuánto daríamos muchas por poder echar una miradita de vez en cuando durante esas horas que pasan fuera, ver sus progresos y cómo se desenvuelven sin sus papis y en otro ambiente. Porque nuestras dudas y preocupaciones no acaban con la entrada del peque en la guardería, de hecho, nunca acaban. Tu hijo es tuyo para siempre. Es por ello por lo que ponemos toda nuestra confianza en sus profesores, porque es un trabajo en conjunto y basado en la comunicación para poder conciliar ambos entornos y para que nuestro peque sea el más beneficiado, que es de lo que se trata al fin y al cabo.

 Hoy, podemos decir que estamos muy contentos de haber encontrado a esta nueva familia que forma parte activa de nuestras vidas."

viernes, 7 de octubre de 2011

Maravillosa Lactancia


Por estos días, y con motivo de la Semana Mundial de la Lactancia, se está montando mucho revuelo en lo referente a amamantar en público. Comenzaré diciendo que mi experiencia con la lactancia fue maravillosa. Al principio fue algo duro, aunque no por la lactancia en sí sino porque te pasas todo el embarazo preparándote para tu bebé que está por llegar, arreglando su cuarto, adquiriendo todo lo que puedas necesitar para su nacimiento, etc... Todo se hace con un fin, el parto y el consecuente nacimiento de tan ansiado bebé. 

Claro, llega el momento en que por fin tienes a tu bebé y llegas a casa desde el hospital toda ilusionada, deseando poner en práctica todo lo que has aprendido y todo lo que llevas meses esperando para hacer y te das cuenta de que tu cuerpo no responde como quisieras. Estás cansada, y eso que mi parto fue muy bueno y corto en comparación con otros. Pues bien, estás cansada, esa episiotomía que te hicieron está empezando a fastidiar, perdiste mucha sangre y tienes anemia y para colmo tu cuerpo hierve y se prepara para una erupción, la subida de la leche. En mi caso, la matrona que impartió las clases de preparación al parto nos insistió mucho en que no claudicáramos a las primeras de cambio, que al comienzo iba a ser duro pero que pasados unos días todo cambiaría. Y yo la creí a pie juntillas y, ya sabiendo esa información, me enfrenté con coraje a todo. Luego vino un proceso de amoldarnos el peque y yo a la nueva situación y mas tarde todo fue maravilloso, como me habían prometido. Disfruté cada minuto, cada segundo en que daba el pecho a mi hijo, siendo consciente de la maravilla que estaba ocurriendo una y otra vez (que fueron muchas porque hay que ver cómo comía mi pequeño tragoncito...) y siendo consciente también de que esos momentos no volverían a repetirse. Y es que los niños crecen tan rápido, cuando a penas cumplen el año ya son tan distintos del bebé que viste nacer...

Di el pecho a mi hijo hasta algo mas de los seis meses. Era el tiempo que tenía pensado darle el pecho ampliable o no según las necesidades y/o exigencias de mi bebé. Resultó que mi bebé, en cuanto empezó a comer otros complementos fue dejando paulatinamente de tomar el pecho. Fue algo tranquilo, a su tiempo y relajado, sin traumas por ninguna de las partes, todo muy natural.

En lo referente a dar el pecho en público, pues mas de una vez me tocó hacerlo pero nunca tuve ningún problema, nadie me miró mal, ni cuchicheó, ni puso malas caras y eso que yo estaba muy atenta porque soy de las pudorosas. Eso de sacarme un pecho en público no podía hacerlo con total soltura, aunque lo aparentaba, o lo intentaba al menos. Personalmente, quizás por lo pudorosa o vergonzosa que soy o mas porque me pilló el período de lactancia en medio de un verano excesivamente caluroso, no nos resultaba cómodo ni a mi ni al bebé lo de dar el pecho en público, nada comparado a la comodidad del hogar, claro está. Lo que vengo a decir con esto es que si me gustaba mas amamantar en casa era mas por comodidad y disfrute de esos momentos entre mi peque y yo pero nunca me vi afectada por críticas si lo hacía fuera de casa.

Ahora bien, bajo mi experiencia, creo que no está tan mal visto el amamantar a un bebé en público como el amamantar a un niño de mas de dos años en público. Queda mucho, mucho, pero mucho, para conseguir cambiar ese prejuicio tan arraigado. Yo, la primera. Me he hecho el firme propósito de tratar de verlo con naturalidad y si, cuesta, sobretodo cuando te parece que esos niños tan grandes y ya con todos los dientes en la boca buscan el pecho por pura golosina, o para matar el aburrimiento, o para llamar la atención. Todo prejuicios. Pero ¿qué sabe una de lo que siente otra persona? y por último, ¿quien es una para privar de ese disfrute tanto a la madre como al niño?.

No seré yo la que tire una piedra contra las mujeres que deciden alargar la lactancia, pues como he dicho, dar el pecho a tu hijo es de las cosas mas maravillosas que he podido experimentar y, ¿quienes somos todos para negarle eso a una madre que simplemente ha querido disfrutar de esa maravilla durante mas tiempo?. 

jueves, 6 de octubre de 2011

Vínculos e Implicación Paterna


Recientemente he leído un artículo que me llamó muchísimo la atención por su título; "Las madres alivian el dolor de sus bebés mejor que los padres". Luego descubrí que hablaban específicamente de bebés prematuros pero en mi opinión, las conclusiones fueron muy determinantes;

1.- “Esto respalda la hipótesis de que hay algo único en el confort que brinda el contacto materno que supera el de cualquier otro cuidador adulto”…”El bebé percibiría la diferencia con el físico masculino, en especial el pecho, como algo que no es del cuidador natural”.


2.- “El confort que brinda la madre o el padre es mejor que ningún cuidado canguro, hasta las madres con poca experiencia lo harían mejor que los padres”.


En mayor o en menor medida, ambas sentencias vienen a confirmar lo que ya venía sospechando desde que tuve a mi hijo. Y es que esa conexión, ese lazo, ese vínculo del que todo el mundo habla, entre una madre y su hijo son totalmente reales. Genéricamente hablando, claro está, pues habrá madres que no tengan tal conexión y padres que sí la tengan. Sin caer en diferencias de sexo lo cierto es que hay personas a las que les cuesta mucho establecer una conexión con su entorno por diferentes motivos, entonces ¿cómo vamos a esperar que la establezcan con su propio hijo?. 

Lo de los padres es otro cantar. Suelen ser menos observadores con lo cual no tienen alerta ese sexto sentido del que tanto se dice que poseemos las mujeres. Claro, aquí tampoco se puede generalizar pero en esto sí me voy a mojar y diré que conozco a muy pocos padres con una conexión evidente.  Y es que, según el estudio, para comenzar ya tienen desventaja desde el punto de vista físico debido a su carencia de pechos.

¿Y qué me dicen de la segunda afirmación? decir que hasta las madres con poca experiencia lo harían mejor que los padres suena bastante duro, pero claro, yo tampoco tenía experiencia cuando nació mi hijo...El amor está incluido en el proceso pero no lo es todo al parecer, pues doy por hecho que los padres también quieren mucho a sus hijos, es solo que les es mas difícil establecer la famosa conexión y ojo, que conexión no es la respuesta a la pregunta a quién quiere mas tu bebé. Es algo mas profundo, es un saber entenderse a otros niveles, la conjunción de que para tu hijo seas todo su mundo y tú a su vez estés dispuesta a darle todo lo que necesita y mas, incluso antes de que piense en pedirlo. En muchas ocasiones el vínculo es tan fuerte que el padre tiende a apartarse a un lado favoreciendo la "exclusión" del mismo. Y es aquí donde me he topado con otro artículo donde podemos leer lo siguiente:
"...Este experto defiende que la implicación del padre en la crianza no solo contribuye a que el bebé se acostumbre a su presencia, sino que también pone en alerta al organismo masculino. Pone un ejemplo: "Muchos hombres insisten en que no son capaces de despertarse con el llanto del niño. Eso no es cierto. En cuanto el padre asume la tarea de levantarse a darle el biberón, los mecanismos neuronales se activan. Nuestro cuerpo evoluciona según las condiciones a las que lo sometamos y nos permite asumir cualquier tarea". Y advierte al resto de los padres: "Nosotros nos lo perdemos si no lo hacemos".

Y es que, estoy totalmente deacuerdo con ese experto que, de paso, defiende la conclusión a la que quería yo llegar. No se trata solo de conexión entre una madre y su hijo, ¿por qué no se habla de conexión entre ambos padres y su hijo?. Porque tradicionalmente nosotras las mujeres tendemos a ocuparnos de todo, para muchos hombres el hecho de que su mujer le de el pecho a su hijo es toda una liberación de tareas, por poner un ejemplo. Muchos hombres dicen que no se despiertan con el llanto del niño durante la noche pero es que nosotras somos las primeras que los apoyamos frente a nuestras amigas; "Es que yo voy siempre porque él ni se entera de que el niño está llorando...". Lo único que conseguimos con esta actitud es alejarlos no solo de las tareas sino también de la unión entre ambos padres y su hijo, que es lo que realmente importa.
Señoras, ¡hay que activar los mecanismos neuronales de nuestros maridos!


martes, 27 de septiembre de 2011

La Locura de la Fiebre y los Termómetros



El termómetro. Desde que estamos preparando la llegada del nuevo bebé, sobretodo si somos primerizas, ineludiblemente nos vemos enfrentadas a la "difícil" decisión de elegir el termómetro. No cualquier termómetro no, EL TERMÓMETRO. Porque claro, hoy en día hay tanta variedad; que si digital, que si infrarrojos,  electrónicos de oído, que si 4 en 1, que si 5 en 1...ufff. Y no ha sido hasta este fin de semana, cuando mi hijo tiene ya algo mas de 13 meses, que me ha quedado totalmente clara la cuestión. 

Pues bien, como decía, antes de que naciera mi hijo hice mi pequeña encuesta entre amigos, conocidos, matronas y demás personas susceptibles de ser preguntadas, y las opiniones eran tan variadas como la cantidad de personas a las que pregunté. Acabé comprando un termómetro digital con punta flexible pues la opción de los termómetros de oído me la desaconsejaron por excesivamente caros y poco fiables. Y porque ya no se venden los termómetros de mercurio de toda la vida, porque la amplia mayoría coincidía en que ya no se hacen termómetros tan fiables como aquellos. 

A partir de esa compra, damos un salto en el tiempo de unos catorce meses que  es cuando realmente hemos venido a necesitar el dichoso termómetro. Me pasé toda una tarde midiéndole la temperatura al niño, primero debajo de una axila, luego de la otra, luego volvía a probar con la anterior...y casi siempre me daba valores distintos. Probar en otros lugares del cuerpo se hacía imposible con tanta tensión por ambas partes. Claro, entre que el niño no paraba de moverse y yo que no atinaba con el lugar... Total, que al final le hacía una media de las temperaturas tomadas para llegar a la conclusión, de  lo que ya sabía cuando fui a coger el termómetro por primera vez, que efectivamente mi hijo tenía fiebre. 
No debería de haber sido algo preocupante, pero los nervios de ser padres primerizos y la frustración por ver al peque tan apagadito y todo ello mezclado con una buena dosis de efectos especiales (díganse vómitos, catarro y llanto del niño por el susto), nos nubló el entendimiento. Pónganse en situación, se juntan todos estos factores y nosotros que no atinamos a pensar con cordura. Así que a las primeras de cambio, nos vamos con el peque a urgencias. Y como si de un cuento de hadas se tratase cuando estuvimos delante del pediatra de turno el peque estaba mucho mejor, al parecer por el apiretal que atinamos a darle en un momento de lucidez antes de salir. Pensándolo retrospectivamente creo que debimos darnos cuenta de que el niño estaba mejorando cuando lo estábamos vistiendo a las 3 de la madrugada para salir y él no paraba de reír emocionado diciendo: "Calle! Calle!". Cualquier persona se hubiera dado cuenta de que un niño enfermo no actuaría así...Pero en fin, obviamente los momentos de lucidez escasearon.

Pues bien, nos situamos de nuevo delante del pediatra quien, por cierto, nos miraba con cara de estar haciendo ejercicios de relajación internamente para no pegarnos tres sopapos y, acto seguido, nos dio una charla sobre cómo nos preparan de pequeños a todos para reaccionar con pánico ante la fiebre. La fiebre, que es un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo, que sube su temperatura para curar al niño y defenderle del ataque vírico o bacteriano. Tuve el suficiente tino como para percibir un leve atisbo de vergüenza pero dejé el pensamiento para mas adelante y regodearme en él.   

Y aquí estoy, con el peque ya mejor, mi mente aclarada y rescatando esa tarea por hacer. He llegado a varias conclusiones, aplicables a casos como éste, que simplemente era una reacción normal a una vacuna junto con la aparición de algunos dientes que por estos días amenazan con salir. Factores que ya sabía de antemano por advertencia de la pediatra y que aún así me permití "obviar" en ese lapsus de locura transitoria:

1.- Con mi actitud estoy también asustando y ayudando al niño a reaccionar de la misma incongruente manera en ocasiones futuras.

2.- Un termómetro me sirve para confirmar que efectivamente tiene  fiebre, qué mas da la medición exacta, si tocando al niño ya sabemos que quema y tiene fiebre.

3.- Y por último, SERENIDAD, SERENIDAD, SERENIDAD... que con la mente despejada se piensa mucho mejor. Estoy segura de que esta última será la más difícil pues ¿cómo no asustarse cuando ves a tu hijo tan mustio, echando la cabecita por todas partes y no siendo el trasto que suele ser siempre?.

martes, 12 de julio de 2011

Soy Mamá

Soy mamá...tengo un hijo...




Mi hijo dentro de poco cumplirá los once meses y yo todavía tengo momentos de auténtico asombro al decir SOY MAMÁ. Y no es porque sea mala madre sino, mas bien, por falta de costumbre, porque es algo tan nuevo. Después de todo, hasta ahora mamá era mi madre y ella tenía la exclusiva, en nuestro pequeño núcleo familiar, claro.
Pues bien, como decía, mi hijo está próximo a cumplir los once meses y no ha sido hasta ahora que he empezado a encontrar mi propio yo, no, no estaba perdida, mas bien estaba ocupadísima en un montón de prioridades que no me incluían a mí misma. A estas alturas puedo decir que mi hijo está al día en todo, mi marido también y todo el resto de cosas, el resto de cosas, pues no. Del resto de cosas he hecho lo básico para seguir avanzando pero poco mas. No es que no salga, si lo hago, y mucho, pero no me arreglo como antes. No es que no haga nada en casa, lo hago, y está limpia, y cocino y lavo pero los armarios aún tienen ropa de cuando estaba embarazada.
En conclusión, que para que yo despertara todo tenía que pasar por encontrarme a mi misma, empezando por bajar esos kilitos de mas para sentirme mejor, que no es plato de buen gusto el abrir el armario y no encontrar nunca qué ponerte. Y como siempre me he negado a comprarme ropa cuando estoy pasada de peso pues no queda otra. 
No formo parte de las famosas ni de las no tan famosas, que recuperan la figura según dan a luz, y nunca falta la que te dice que incluso después del parto se quedó mas delgada que cuando se quedó embarazada y te intenta mirar con pena. Y digo intenta porque solo es intención, yo no dejo que se convierta en nada mas. Si no he bajado esos kilitos de más es porque simplemente no me lo he propuesto y porque para mi, no era el momento. Ahora sí lo es y estoy contenta con ello. Bueno, me lo propuse una vez, poco después de la cuarentena y durante la lactancia. Lo dejé, por esos días no habían rutinas para mí, y los tiempos los marcaba mi hijo y contenta me entregué a ese momento. 
Y que nadie se ofenda, el hecho de no tener tiempo no te hace mala madre. A algunas les da tiempo de todo, ser madrazas, ir de punta en blanco y quedar como una sílfide después del parto. Cada uno con sus circunstancias y nadie tiene libro de instrucciones, nos guiamos por nuestra intuición y por lo que nos aconsejan otros.
Hoy, mi hijo es tan feliz y risueño que doy gracias por haber tenido el tiempo y la predisposición para poder darle todo lo que necesitaba y más.
Estando así las cosas, y sin dejar de atender a mi hijo, a mi marido y a todo lo demás, por fin estoy incluyéndome yo en todo ello, mi yo completo.