Me tomaba una Coca Cola mientras charlaba con una compañera y amiga en el descanso de un curso sobre igualdad al que asistíamos en el trabajo. De repente me empecé a sentir mal, algo no iba bien. Mientras me giraba le dije a mi compañera que iba al baño y solo recuerdo que ella me dijo que también iba. Ya no recuerdo mas, lo siguiente que supe es que estaba en el suelo, me dolía todo y mi amiga gritaba pidiendo ayuda porque había sangre por todas partes.
Me desmayé, en mi caída fui a dar contra la esquina de una mesa y a resultas de ese golpe hoy conservo mi cicatriz, dejé atrás severos hematomas y contusiones, dientes astillados y contracturas musculares. En urgencias, y antes de que me hicieran nada, tuve la precaución de avisar que desde hacía un mes habíamos decidido comenzar con la búsqueda del bebé. Las pruebas no mostraron evidencias de embarazo alguno y así me lo hizo saber el enfermero de turno a voz en grito: "¡No, mi niña, tu no vas a tener ningún hijo!". Tres semanas después descubrí que tanto las pruebas como el enfermero estaban completamente equivocados.
Recuerdo las primeras semanas de mi embarazo como algo borroso, un nubarrón con muchos dolores y con mucha tristeza. Estaba amoratada, casi no podía moverme sin sentir dolor en alguna parte del cuerpo y me derrumbaba cada vez que veía mi cara en el espejo por accidente pues estaba muy hinchada y con moretones. Vamos, que parecía que me habían dado una soberana paliza.
Cuando supe que estaba embarazada todo cambió, llegaron la luz y los colores de nuevo a mi vida, todo lo demás dejó de importar. Me hice la prueba de embarazo dos veces porque no nos lo podíamos creer y todo cobró sentido. En ese preciso momento supe a ciencia cierta que mi hijo sería varón y que se llamaría Iker. Un niño que llegaba con fuerza y con mucho entusiasmo a nuestras vidas. Así, sin mas. Sin explicaciones razonables, lo supe.
Cuando supe que estaba embarazada todo cambió, llegaron la luz y los colores de nuevo a mi vida, todo lo demás dejó de importar. Me hice la prueba de embarazo dos veces porque no nos lo podíamos creer y todo cobró sentido. En ese preciso momento supe a ciencia cierta que mi hijo sería varón y que se llamaría Iker. Un niño que llegaba con fuerza y con mucho entusiasmo a nuestras vidas. Así, sin mas. Sin explicaciones razonables, lo supe.
Debido a mi caída me administraron medicación no apta para embarazadas y me sometieron a un montón de pruebas contraindicadas así que el miedo y las dudas eran muchas. Pasé dos veces por la amniocentesis, la primera por decisión propia y la segunda porque "el laboratorio no tenía un resultado válido", ni bueno ni malo, no había resultado.
A mediados del segundo trimestre me diagnosticaron Diabetes Gestacional con "Fenómeno del Alba" incluido. Caminaba, subía y bajaba escaleras a diario, iba a natación también a diario, cumplía con la dieta establecida para dicha diabetes y aún así no pude evitar el pinchazo de insulina de todas las noches.
Pero recuerdo mi embarazo como el más feliz, lleno de ilusiones y esperanza, rebosaba vida. Experimenté mil y una nuevas sensaciones, conocí a otras mujeres que también estaban embarazadas y a quienes hoy sigo viendo junto con sus hijos. Son recuerdos inolvidables que siempre irán de la mano. Aprendí y sigo aprendiendo sobre el nuevo mundo que se abrió ante mi que es el de la maternidad. Y ni se imaginan la de veces que pensé en entrar con mi gran panzota cada vez que pasaba por delante de aquel hospital donde fui a urgencias tras mi desmayo solo para darle la buena nueva a aquel enfermero indiscreto y gritón. De hecho, hoy no puedo evitar seguir pensándolo.
Me empeñé sin ser del todo consciente de tal empeño en ser feliz, en rodearme de luz y color, o tal vez era mi hijo quien lo irradiaba desde dentro. Y como ya se sabe, lo bueno atrae a lo bueno, la luz atrae a la luz...