Haciendo un análisis retrospectivo he de decir que nunca he sido de las extremistas. Sinceramente, no va con mi forma de ser y definitivamente te trae muchos problemas innecesarios. Ha habido muchas ocasiones en las que a pesar de no saber lo que quería sí que he tenido claro lo que no quería y eso, a mi modo de ver, me ha salvado de mucho y me ha dado las armas para conseguir lo que quería aún sin saberlo.
Por lo general, las posturas extremas siempre me han producido rechazo o, como mínimo, desconfianza. Mi mundo está hecho de muchas gamas de colores y no solo de blancos y negros absolutos. Mis decisiones han sido solo mías y no eran cuestionadas, mas bien se me aconsejaba. Pero con la maternidad la cosa es diferente. Cada decisión que tomas sobre tu hijo, sobre su educación, sobre el día a día y sobre el mínimo detalle se verá siempre cuestionada tanto directa como indirectamente. Desde el miembro mas cercano de tu familia hasta un simple artículo que estés leyendo pasando por la vecina del segundo serán susceptibles de cuestionar todo cuanto hagas o dejes de hacer. Ya les he hablado anteriormente, aquí, sobre la culpa inherente a esa actitud y sobre el proceso que sigue a la misma, pero no es de eso sobre lo que les quiero hablar hoy.
Y es que después de la culpa, después de recuperarte de ella, llega el hastío, el cansancio. Después de ser cuestionada, después de sentir culpa y dudas, de reflexionar y por fin crecerte cual ave fénix y renacer con las ideas bien claras, después de todo eso, seguir escuchando opiniones extremas o contradictorias a diestro y siniestro en tono reprobatorio pueden llegar a cansar hasta el hastío, hasta el agotamiento. Porque a veces, los mismos que piden calma y raciocinio son los mismos que intentan convencernos de sus "métodos". Ejemplos puedo darles unos cuantos:
- Estoy de acuerdo con el porteo, por supuesto, pero no con ese que de tanto usarlo acabas limitando los movimientos del niño, especialmente si tu hijo es muy activo y no permites que desarrolle lo que mas le gusta y necesita. No lo ates de pies y manos y déjalo andar y gatear a sus anchas, así desarrollará no solo su mente sino también su cuerpo. Todo en su justa medida, hay tiempo para todo y el racionamiento también es bueno.
- Estoy de acuerdo con el colecho pero también con que enseñes a tu hijo a encontrar su propio espacio para que acuda a él cuando lo necesite o simplemente cuando le apetezca, ambas cosas son enteramente gratificantes, de verdad.
- Estoy de acuerdo con que los niños lloren, con que expresen sus alegrías y frustraciones del único modo que saben pero también está de nuestra mano el enseñarles a canalizar todos esos sentimientos y sensaciones, enseñarles a encontrar otras vías de desahogo, si no ¿para qué estamos los padres?. Somos sus guías.
- Los masajes, otro gran tema. A todos nos gusta un masaje de vez en cuando. De vez en cuando. Todos los días y sin tener en cuenta si nos apetece o no puede ocasionar el efecto contrario, estrés y muchas ganas de que no te toquen durante un buen rato.
Por supuesto, respeto las medidas que los demás ponen en sus hogares pero les conmino al raciocinio y a la observación. La medida que funciona en una casa no tiene por qué funcionar en otra y es por esa misma razón por la que no podemos exigir que los demás cumplan nuestros preceptos. Las cosas no tienen una única manera de hacerse pero el tener una mente abierta y algo de flexibilidad y cordura ayudan mucho.