Hoy, domingo 13 de Mayo del 2012, ha sido un gran día, uno de esos días de grandes logros y en los que se dejan algunos temores y lastres atrás.
Una de mis grandes ilusiones siempre fue que mi hijo fuera un buen nadador. La natación siempre ha sido un deporte muy completo y por eso pasé gran parte de mi embarazo visitando la piscina, por eso y porque desde siempre me ha gustado mucho. Quería transmitirle al peque, aún antes de que naciera, todas esas magníficas sensaciones que a mí me inspiran mientras nado y ser yo su conducto, a través de mí misma, de primera mano. Lo que nunca me imaginé fue que al peque lo de las grandes cantidades de agua no le iba a gustar mucho de entrada. Tras un mes de intentos frustrados en la piscina cuando cumplió su primer añito, decidimos no obligarlo y esperar a que llegara su momento, ése en el que estuviera preparado.
Para mí, como madre, fue toda una enseñanza y un gran ejercicio de paciencia, pues algo que me hacía mucha ilusión y que estaba y estoy convencida de que le haría mucho bien, no podía ser efectuado. A veces son tantas las ganas que tenemos los adultos por inculcar algo, que tendemos a olvidarnos de lo que los niños quieren o pueden hacer en ese momento. Afortunadamente decidimos esperar, sin presiones, sin agobios, a su tiempo.
Ese día llegó hoy, a una semana de cumplir los 22 meses. Nada parecía decir que iba a ser un día distinto a los demás, quizás sí que había mas expectativas por nuestra parte al ser el primer día que lo llevábamos a la piscina tras varios meses. Por lo visto, para el peque era una cruzada que tenía pendiente, tenía prisa por llegar. Se dejó desvestir y hasta ayudó a hacerlo, me cogió de la mano y me dijo: "Vamos". Yo iba despacio pensando que en cualquier momento se echaría para atrás, pero no fue así. Llegamos al borde de la piscina y, sin más, bajó conmigo de la mano, luego me soltó y quiso ir al tobogán de niños que allí había, subió los escalones, se sentó y simplemente se tiró dejando atrás ese temor que lo acosaba desde hacía meses. ¿Será posible que recordara mis enseñanzas de otro tobogán hace tan solo tres meses?.
Nuestro hijo nació con una hernia umbilical, algunas desaparecen solas con el paso del tiempo y otras necesitan ser operadas. Hoy, a una semana de cumplir los 22 meses, la del peque desapareció. Quiero pensar que ambos sucesos tienen conexión, que se ha cerrado lo que anclaba al niño al preciso momento en que nació. Una salida al mundo algo complicada con dos vueltas del cordón umbilical alrededor de su cuello. Hoy se cerró su cicatriz y se lanzó a vivir sin lastres.