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jueves, 13 de junio de 2013

¡Yo Soy Un Bebé!


Es muy habitual escuchar a una madre hablar de lo rápido que crecen sus hijos, de lo mucho que aprenden en tan poco tiempo. Son palabras imperecederas a las que nosotras mismas hemos dado vida generación tras generación. Estamos tan asombradas de la rapidez fulminante con la que va ocurriendo todo que a veces tendemos a creer que los niños están tan inmersos en sus progresos que ni ellos mismos se dan cuenta de todos sus avances. Nada mas lejos de la realidad, es solo que ellos tienen otras formas de expresarlo, y lo hacen, nos demos cuenta o no.

El peque lleva algunas semanas queriendo jugar a: "Mami, vamos a jugar a que tu eres el peque y yo soy el bebé". Claro, y yo jugaba sin darle la menor importancia. Pero no ha sido hasta hace unos días cuando, en medio de una de sus escasas rabietas (gracias a Dios que nos ha brindado pocas) en la que insistía en que lo tratara como a un bebé, me lo ha lanzado en la cara preso de una gran impotencia: ¡Mami, yo no soy un niño!... ¡yo soy un bebé!
En fin, que mas claro el agua.

Al principio me asusté ante la posibilidad de que el niño sintiera alguna carencia importante pero investigando un poco me he dado cuenta de que parece ser algo normal entre niños de entre 3 y 4 años. Suele coincidir con acontecimientos importantes como la llegada de un hermanito o el comienzo de su época preescolar. Lo llaman "regresiones" y también es habitual que sucedan sin que ocurran esos casos especiales que les comento. A veces en medio de tanto avance, los niños necesitan parar un poco, replegarse y hasta retroceder para coger mas fuerza y enfrentarse a la siguiente etapa. Es su forma de encarar toda esa cantidad inmensa de información y nuevas responsabilidades que van adquiriendo.

Estas regresiones, al menos en el peque, no son un continuum sino que se entremezclan en su vida diaria. También tiene momentos en los que dice que es un niño grande y ya no necesita tal o cual cosa y lo ejecuta como para demostrarlo o es el niño de siempre, en su estado natural. Las madres nos resistimos a que nuestros bebés se hagan mayores tan pronto y nuestros pequeños también tienen sus momentos de resistencia, ese temor quizás a perder sus privilegios adquiridos. Por eso hemos de reforzarlos con nuestro cariño. La forma de actuar te saldrá por instinto, y en eso estamos nosotros;

  • Continuar reforzando lo mucho que lo queremos, como siempre hemos hecho.
  • Asegurarnos de que entiende que lo querrás siempre independientemente de la edad que tenga.
  • Hacer mas cosas juntos para reforzar todo lo anterior.
  • Hablar. Hablar mucho.

Y tú, ¿Has vivido experiencias parecidas con tu hij@?. ¿Cómo las han solucionado?.

miércoles, 24 de abril de 2013

Miércoles Mudo: Admiración


"Grande es siempre el amor maternal, pero toca en lo sublime cuando se mezcla con la admiración por el hijo amado".

Ángel Ganivet

¡Yo solito, mami!
Cada logro, A Su tiempo, y lo admiro aún mas por cada reto conseguido...


domingo, 4 de noviembre de 2012

Treinta Segundos Después


Treinta segundos en los que estás y no estás. Treinta segundos que marcan la diferencia.
Te sigo con la mirada mientras juegas y cuando vuelvo a mirar, treinta segundos después, ya no estás.

Todo gira, te busco y no te encuentro. Todo se acelera y se ralentiza a la vez. Busco tu luz porque lo demás no importa.
Siento un gran vacío, un profundo abismo, una soledad infinita. Vislumbro ecos de tragedia, de llantos, angustia, culpa y desasosiego. Miles de pensamientos oscuros inundan mi mente.

Creo verte a ti y a tu sonrisa por todas partes. Mi corazón desbocado. Pero no estás.
Y todo eso treinta segundos después.

Al fin te encuentro. Y tu me recibes feliz, como siempre, e inconsciente de todo, sentado en un balancín del parque: "Mira mami, me estoy remando yo solo".

Te beso, te abrazo, te palpo para asegurarme de que en verdad eres tú, de que estás bien, y te vuelvo a besar. No te quiero soltar.

Todo vuelve a su estado natural, regresan los colores y el resto del mundo, ya no veo oscuridad sino luz. Pero la angustia sigue ahí.

Yo te encontré pero no puedo evitar pensar en todas esas madres que no han tenido la misma dicha, y siguen buscando perdidas en esa oscuridad asfixiante que sobreviene inexorablemente treinta segundos después...

lunes, 22 de octubre de 2012

¿Y Si No Estoy?


Hace unos meses escribí esta entrada, y no la publiqué porque en su momento me pareció muy oscura, llena de dudas y miedos. Hoy la he vuelto a encontrar y he decidido publicarla porque ésta también soy yo, también forma parte de mi, aunque luego me pregunte; ¿Y Si No Estoy?

Aparecen sombras en el horizonte de nuestro pequeñín. Comienza a sentir miedo a la oscuridad, miedo a los ruidos que no reconoce y miedo a mi ausencia. Me ha escogido como su salvadora, como su todo. Y yo he escogido serlo.

Queremos disipar sus sombras y temores. Le enseñamos a encender la luz si está oscuro, a sentirse seguro en su casa, porque es su casa. Le enseñamos a identificar los diferentes ruidos y sonidos lejanos, porque el conocimiento disipa miedos.

Quiero disipar su temor a mi ausencia y le digo que siempre estaré a su lado protegiéndolo y queriéndolo mucho. Me abraza como si fuera su única tabla de salvación y yo siento que lo soy. Me abraza y lloro. Lloro porque pienso: "¿Y si no estoy?".


¿Y si lo inevitable llega antes de tiempo y me impide cumplir mi propósito, mi promesa?.

Quiero estar siempre, quiero ser yo quien espante sus fantasmas, sus malos sueños, y vele sus noches difíciles. Quiero ser yo quien le lea sus cuentos antes de dormir. Quiero ser yo quien lo bese y lo abrace a mansalva. Quiero verlo crecer y vivir feliz. Pero, ¿Y si no estoy?...

jueves, 12 de julio de 2012

Que Se Detenga El Tiempo


¿Existe el destino? Ese poder sobrenatural e ineludible que guía nuestras vidas ¿o vivimos en un perpetuo libre albedrío?. El problema es que tanto si nuestro destino está escrito como si no, no está a nuestro alcance el descubrirlo hasta que ocurre. ¿No es ese desconocimiento al fin y al cabo un libre albedrío?. No tengo acceso a mi destino pero después de todo tampoco me siento como una marioneta.

Aún así creo que tenemos un destino, que las cosas ocurren por algo y que si una puerta se nos cierra ahora, otras ventanas se nos abrirán después. Porque la vida continúa a pesar de que haya ocasiones en las que queremos que todo se detenga en un preciso instante para vivir a plenitud ese momento y que no siga pasando la vida con las novedades desconocidas que nos ha de traer.

Porque sabemos que las novedades desconocidas traen cosas buenas y cosas malas y porque a veces pesan mas unas que otras. Y temeremos siempre por las malas, por las ausencias, por seguir en esta vida sin la compañía de aquellos a los que queremos. Sin la compañía de todos aquellos que nos acompañan en este viaje arropándonos bajo su manto y haciendo que el camino sea tan placentero.

Que se detenga el tiempo ahora, en este preciso momento pues tengo miedo de que todo cambie y no saber asumir las ausencias. Que se detenga el tiempo, que se detenga...

lunes, 14 de mayo de 2012

A Su Tiempo



Hoy, domingo 13 de Mayo del 2012, ha sido un gran día, uno de esos días de grandes logros y en los que se dejan algunos temores y lastres atrás. 

Una de mis grandes ilusiones siempre fue que mi hijo fuera un buen nadador. La natación siempre ha sido un deporte muy completo y por eso pasé gran parte de mi embarazo visitando la piscina, por eso y porque desde siempre me ha gustado mucho. Quería transmitirle al peque, aún antes de que naciera, todas esas magníficas sensaciones que a mí me inspiran mientras nado y ser yo su conducto, a través de mí misma, de primera mano. Lo que nunca me imaginé fue que al peque lo de las grandes cantidades de agua no le iba a gustar mucho de entrada. Tras un mes de intentos frustrados en la piscina cuando cumplió su primer añito, decidimos no obligarlo y esperar a que llegara su momento, ése en el que estuviera preparado.

Para mí, como madre, fue toda una enseñanza y un gran ejercicio de paciencia, pues algo que me hacía mucha ilusión y que estaba y estoy convencida de que le haría mucho bien, no podía ser efectuado. A veces son tantas las ganas que tenemos los adultos por inculcar algo, que tendemos a olvidarnos de lo que los niños quieren o pueden hacer en ese momento. Afortunadamente decidimos esperar, sin presiones, sin agobios, a su tiempo.

Ese día llegó hoy, a una semana de cumplir los 22 meses. Nada parecía decir que iba a ser un día distinto a los demás, quizás sí que había mas expectativas por nuestra parte al ser el primer día que lo llevábamos a la piscina tras varios meses. Por lo visto, para el peque era una cruzada que tenía pendiente, tenía prisa por llegar. Se dejó desvestir y hasta ayudó a hacerlo, me cogió de la mano y me dijo: "Vamos". Yo iba despacio pensando que en cualquier momento se echaría para atrás, pero no fue así. Llegamos al borde de la piscina y, sin más, bajó conmigo de la mano, luego me soltó y quiso ir al tobogán de niños que allí había, subió los escalones, se sentó y simplemente se tiró dejando atrás ese temor que lo acosaba desde hacía meses. ¿Será posible que recordara mis enseñanzas de otro tobogán hace tan solo tres meses?.

Nuestro hijo nació con una hernia umbilical, algunas desaparecen solas con el paso del tiempo y otras necesitan ser operadas. Hoy, a una semana de cumplir los 22 meses, la del peque desapareció. Quiero pensar que ambos sucesos tienen conexión, que se ha cerrado lo que anclaba al niño al preciso momento en que nació. Una salida al mundo algo complicada con dos vueltas del cordón umbilical alrededor de su cuello. Hoy se cerró su cicatriz y se lanzó a vivir sin lastres.

martes, 7 de febrero de 2012

Pérdidas Innecesarias


Hace unos días me encontré con la siguiente frase de Paulo Coelho: "Cuántas cosas perdemos por miedo a Perder...". Se me ocurren muchos sentimientos de pérdida a los que asociar esta frase, es más, este tipo de frase tan genérica normalmente hace que  cada uno la interprete según lo que mas le preocupa en el momento. Yo no he podido evitar compararla con el mundo en el que estoy tan involucrada, el de la maternidad
De repente, se han agolpado en mi mente un montón de momentos que muchos pierden por miedo a perder:
  • Dormir con tu hijo: cuántos no han dormido nunca con sus hijos por miedo a "no poder sacarlo de la cama nunca mas". Ni siquiera se toman la molestia de enseñarles una pauta. No, se erradica "el problema" de raíz. Lástima, pues una vez lo pruebas, ¡quieres repetir!
  • Brazos: Negarle los brazos a tu hijo es negarte a tí mismo tanto amor, tanta ternura. ¿Por qué perder todo eso?.
  • Lactancia Materna: Si mi hijo recibió un montón de beneficios al tomar leche materna, les puedo asegurar que lo que recibí yo fue maravilloso. Esos momentos fueron solo míos y de él y no los cambiaría por nada. Ahí forjamos nuestra complicidad, nuestra pequeña gran historia.
  • Chupa: Conozco a varias personas que decidieron no dar chupa a sus hijos por miedo a no poder quitársela después. ¿Por qué anticiparse a lo que no se sabe?, especialmente cuando tu hijo lo pasa mal si no se la ofreces. Cierto es que nacen sin saber lo que es una chupa pero en ocasiones les son muy necesarias. Les calma, les relaja. Tú eres su guía y le enseñarás cómo usarla.
  • Bañarte con tu hijo: Bañarte con tu hijo es otra de los grandes momentos gratificantes. Hace poco, y con motivo de un post que publiqué se suscitaron diversas opiniones. Hubo personas que opinaban que bañarse con su hijo era algo antihigiénico. Imagino que estas personas no irán a la playa o a la piscina.  Los respeto, respeto su opinión pero no la comparto. ¡Cuántos momentos perdidos!
  • Vacunar a tu hijo: No vacunar a tu hijo implica, en mi opinión una pérdida mucho mas grande porque, además, estás jugando con su vida.

Con esto no pretendo hacer un dogma de ley, salvo en el caso de las vacunas, pero quisiera que se tomaran como sanos consejos que llevar a la práctica. Hoy en día, muchos de mis momentos de felicidad están totalmente relacionados con estos puntos. Y como el concepto de felicidad es distinto para cada uno, posiblemente estos puntos serán distintos para según quien los lea y sus circunstancias. Lo importante es que no te niegues a ti misma ni a tu hijo algo que esté en tu mano solo porque está escrito o por temores infundados. Escucha a tu instinto y olvídate de los prejuicios y los malos consejos pues estos provocan pérdidas innecesarias

lunes, 30 de enero de 2012

Diferencia Entre Mamitis Y Necesidad


A veces parecemos olvidar que los niños comienzan su andadura en esta vida siendo totalmente dependientes de nosotros. Son tan indefensos. Desde que nacen somos nosotros los que los alimentamos, los vestimos, los aseamos. Podría seguir añadiendo un montón de cosas mas pero estoy segura de que todos saben ya a lo que me refiero. Nos necesitan enteramente. 

Luego, nos vamos dando cuenta de que crecen y evolucionan a una velocidad de vértigo. Con un año ya la mayoría camina, dicen su primera palabra y demuestran un gran entendimiento. 
¿Hasta qué edad consideramos que nuestros hijos son plenamente autosuficientes?. ¡Dios mío!, no dejo de pensar en que hay tantos adultos que no lo son...

Ver el mundo desde esa perspectiva, desde esa "estatura" (la que les da el corto tiempo que han vivido) y ante la inmensidad de lo que se les presenta debe ser tan asombroso, tan desconocido. Es lógico que unos seres que nacieron indefensos busquen dicho apoyo en sus padres o en aquellos que les han satisfecho todas sus necesidades. Incluso ahora, de adultos, buscamos una compañía que nos apoye en el camino. Con más razón lo hace un niño, ¿no les parece?.

Me sorprende que, sabiendo todo esto, la tendencia sea siempre la de reducir a simple capricho o mamitis todas las reclamaciones de nuestros hijos. Para empezar, la intuición y el conocimiento sobre tu hijo (y por ende, el de los demás niños) nos ayudan a establecer una clara diferencia.

No siempre que un niño llora y acude a su madre hablamos de mamitis. Para empezar, hay que preguntarse quién es el que le da de comer y atiende las necesidades del niño habitualmente. Si el niño tiene hambre es lógico que llore y quiera a su madre, por ejemplo, sobretodo si por lo general es ella la que le da el alimento y quien además, suele ser tan intuitiva y previsora como para saber lo que quiere el niño antes de que se lo pida. Los niños no saben de espera, si tienen hambre quieren comer, y ya. Por lo tanto, acudirán a quienes saben que satisfarán esa necesidad lo antes posible. No es mamitis, es simple satisfacción de necesidades.

Lo mismo ocurre con el sueño. Cuando el niño está cansado también acude a mamá porque ella sabrá lo que tiene y le proporcionará descanso. 

Luego están los casos que realmente sí consideramos mamitis, que no son mas (ni menos) que esos momentos de necesidad llevados a su máxima expresión. Las madres se ven continuamente custodiadas (y asediadas) por esos pequeñajos que las siguen a todas partes, ir al baño o salir de su círculo de visión (e incluso a veces de su tacto) está totalmente prohibido. Estos períodos son de crisis para el niño y para la madre por distintas razones. Al niño le faltan horas para estar pegado a su madre y a la madre le faltan las mismas horas para poder estar un rato a solas.

Las necesidades, especialmente las básicas, hay que satisfacerlas. Reducir eso a capricho es cuestionar lo incuestionable. Todos comemos, todos dormimos. Ellos, además, necesitan de nuestra ayuda para hacerlo y han de acudir a alguien que los provea. No es fácil, pues nadie tiene hambre siempre a la misma hora, y lo mismo ocurre con el sueño. Nuestra verdadera utilidad está en saber qué necesitan. Descartemos el capricho, no disfracemos nuestra propia incapacidad de intuición culpándolos a ellos por querer algo a "destiempo". Para mi esta es la gran Diferencia Entre Mamitis Y Necesidad.

Y ahora, ¿qué estás viviendo en casa con tus hijos Necesidad o Mamitis?

jueves, 29 de diciembre de 2011

El Nexo


Esta noche, mientras me duchaba, he hecho un pequeño descubrimiento. Desde hace ya muchos meses vengo dándole vueltas a un asunto y nunca llegaba a nada convincente. 

En algún momento después de que naciera mi pequeñín, no se decirles exactamente desde cuando, empecé a notar algo en su mirada. Tampoco se cómo explicarlo, era una mirada consciente, con conocimiento, sabia. A veces alguien decía que parecía un "niño viejo" o que parecía mas mayor de lo que realmente era, pero no, no era eso.

Imagino que este asunto ha estado dando vueltas también en mi subconsciente y no ha sido hasta hoy, durante la ducha, que me ha venido la palabra exacta a la mente: Complicidad. Estamos unidos por una gran complicidad desde que él era un recién nacido. Nos entendemos, busca mi mirada y me habla a través de ella. Siempre ha sido así. Es mutuo, especial y espero que irrompible. 

Y ahora que lo se, junto con un gran alivio y alegría por el descubrimiento y por lo que ello implica, no he podido evitar sentir un miedo atroz a que ese nexo se pierda algún día. Y es que ¿no les ocurre que cuando son muy felices se les enciende una lucecita de alarma que nos recuerda y nos previene de que tanta felicidad no puede ser y que en cualquier momento puede ocurrir algo que nos la arrebate?.

martes, 27 de septiembre de 2011

La Locura de la Fiebre y los Termómetros



El termómetro. Desde que estamos preparando la llegada del nuevo bebé, sobretodo si somos primerizas, ineludiblemente nos vemos enfrentadas a la "difícil" decisión de elegir el termómetro. No cualquier termómetro no, EL TERMÓMETRO. Porque claro, hoy en día hay tanta variedad; que si digital, que si infrarrojos,  electrónicos de oído, que si 4 en 1, que si 5 en 1...ufff. Y no ha sido hasta este fin de semana, cuando mi hijo tiene ya algo mas de 13 meses, que me ha quedado totalmente clara la cuestión. 

Pues bien, como decía, antes de que naciera mi hijo hice mi pequeña encuesta entre amigos, conocidos, matronas y demás personas susceptibles de ser preguntadas, y las opiniones eran tan variadas como la cantidad de personas a las que pregunté. Acabé comprando un termómetro digital con punta flexible pues la opción de los termómetros de oído me la desaconsejaron por excesivamente caros y poco fiables. Y porque ya no se venden los termómetros de mercurio de toda la vida, porque la amplia mayoría coincidía en que ya no se hacen termómetros tan fiables como aquellos. 

A partir de esa compra, damos un salto en el tiempo de unos catorce meses que  es cuando realmente hemos venido a necesitar el dichoso termómetro. Me pasé toda una tarde midiéndole la temperatura al niño, primero debajo de una axila, luego de la otra, luego volvía a probar con la anterior...y casi siempre me daba valores distintos. Probar en otros lugares del cuerpo se hacía imposible con tanta tensión por ambas partes. Claro, entre que el niño no paraba de moverse y yo que no atinaba con el lugar... Total, que al final le hacía una media de las temperaturas tomadas para llegar a la conclusión, de  lo que ya sabía cuando fui a coger el termómetro por primera vez, que efectivamente mi hijo tenía fiebre. 
No debería de haber sido algo preocupante, pero los nervios de ser padres primerizos y la frustración por ver al peque tan apagadito y todo ello mezclado con una buena dosis de efectos especiales (díganse vómitos, catarro y llanto del niño por el susto), nos nubló el entendimiento. Pónganse en situación, se juntan todos estos factores y nosotros que no atinamos a pensar con cordura. Así que a las primeras de cambio, nos vamos con el peque a urgencias. Y como si de un cuento de hadas se tratase cuando estuvimos delante del pediatra de turno el peque estaba mucho mejor, al parecer por el apiretal que atinamos a darle en un momento de lucidez antes de salir. Pensándolo retrospectivamente creo que debimos darnos cuenta de que el niño estaba mejorando cuando lo estábamos vistiendo a las 3 de la madrugada para salir y él no paraba de reír emocionado diciendo: "Calle! Calle!". Cualquier persona se hubiera dado cuenta de que un niño enfermo no actuaría así...Pero en fin, obviamente los momentos de lucidez escasearon.

Pues bien, nos situamos de nuevo delante del pediatra quien, por cierto, nos miraba con cara de estar haciendo ejercicios de relajación internamente para no pegarnos tres sopapos y, acto seguido, nos dio una charla sobre cómo nos preparan de pequeños a todos para reaccionar con pánico ante la fiebre. La fiebre, que es un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo, que sube su temperatura para curar al niño y defenderle del ataque vírico o bacteriano. Tuve el suficiente tino como para percibir un leve atisbo de vergüenza pero dejé el pensamiento para mas adelante y regodearme en él.   

Y aquí estoy, con el peque ya mejor, mi mente aclarada y rescatando esa tarea por hacer. He llegado a varias conclusiones, aplicables a casos como éste, que simplemente era una reacción normal a una vacuna junto con la aparición de algunos dientes que por estos días amenazan con salir. Factores que ya sabía de antemano por advertencia de la pediatra y que aún así me permití "obviar" en ese lapsus de locura transitoria:

1.- Con mi actitud estoy también asustando y ayudando al niño a reaccionar de la misma incongruente manera en ocasiones futuras.

2.- Un termómetro me sirve para confirmar que efectivamente tiene  fiebre, qué mas da la medición exacta, si tocando al niño ya sabemos que quema y tiene fiebre.

3.- Y por último, SERENIDAD, SERENIDAD, SERENIDAD... que con la mente despejada se piensa mucho mejor. Estoy segura de que esta última será la más difícil pues ¿cómo no asustarse cuando ves a tu hijo tan mustio, echando la cabecita por todas partes y no siendo el trasto que suele ser siempre?.