Los tiempos cambian, todo evoluciona. Y lo que tiempo atrás funcionaba ahora muy probablemente ya no.
Antes, cuando viajábamos en coche, no utilizábamos cinturones de seguridad y ya ni hablar sobre las sillitas de los niños o incluso los alzadores. Nada de eso existía. Bueno, aún hay muchos países en los que no hay regulación al respecto pero es un hecho que, en la actualidad, no usar ninguna protección es toda una temeridad. Poco a poco los coches fueron haciéndose mas potentes y eso trajo aparejado el peligro que implica el ir a altas velocidades y nuestra propia imprudencia. Atrás, muy atrás quedaron los días en los que viajábamos mas personas de la cuenta acostados o apiñados en el sillón de atrás de un coche o durmiendo, jugando, saltando y demás.
Y no se trata de querer volver atrás. No, no se trata de eso. Es solo que pertenezco a la generación de la concienciación, a la generación que ha vivido la evolución a una mayor seguridad y a la pérdida de aquella "inocencia". Pertenezco a la generación de la transición, la misma que nos recalca la importancia de ir seguros y de tomar todas las medidas necesarias para salvaguardar a los nuestros y, por supuesto, a nosotros mismos. Soy de la generación responsable, de aquella que acepta y asume el cambio y que además predica con el ejemplo, porque esto último es lo importante de esta transición. El ejemplo. Nuestros hijos deben comenzar desde la seguridad, ellos pertenecen plenamente a la Generación de la seguridad. Ellos ya no forman parte de nuestra transición, al contrario, ellos son educados directamente en la responsabilidad heredada. La seguridad ha de entrar en su normalidad sin cuestionarse siquiera. Ahí es donde vemos los resultados de nuestro propio aprendizaje. Nosotros apostamos por la seguridad que nos ofrece Casualplay, ya antes les he hablado de nuestra Joya de la Corona y de las muchas ventajas y la gran tranquilidad que nos aporta. Hoy quería volver a compartirla, para que no olvides nunca la seguridad de los tuyos.
La seguridad también es comodidad, confort y tranquilidad, síntoma de buen hábito y de felicidad para todos.
Hace unos años, unos cuantos ya, me fui a otro país a trabajar como Au Pair. Todo bien organizado, antes de salir ya sabía con qué familia iba a vivir y qué niños iba a cuidar. Una vez llegué al país de destino era imprescindible concentrar a las au pairs en un campus universitario donde durante una semana nos daban unas clases diarias con nociones básicas o consejos sobre el trabajo que íbamos a desempeñar (primeros auxilios, conducción en ese país, etc...).
Durante esa semana conocías a muchas otras au pairs, después de todo, estábamos en el mismo campus, comíamos en las mismas instalaciones y nuestros ratos libres los pasábamos socializándonos. Uno de los eventos preparados por la organización para tal fin fue concentrarnos en un gran teatro, créanme cuando les digo que éramos muchísimas y de muy variados países y además, yo la única española. Allí se nos dijo que nos reuniéramos por países y que nos pusiéramos de acuerdo para cantar una canción infantil. Como dato adicional les diré que soy mas bien de las que prefiere pasar desapercibida así que entenderán mi total y absoluto nerviosismo.
Por aquella época mi repertorio musical infantil era de lo mas escaso y mientras veía pasar por el escenario a grandes grupos de au pairs cantando (y gesticulando incluso) canciones preciosas yo estaba allí devanándome los sesos buscando solo una y que además me supiera entera. Recuerdo de aquellos momentos que todas las canciones, fueran en el idioma que fueran, me parecieron hermosas. Todas tenían ese aroma dulce y aterciopelado de la niñez.
Las organizadoras comenzaron llamando primero a aquellos países donde se concentraban un mayor número de au pairs hasta que poco a poco se fueron reduciendo. Ninguna había en solitario y por un momento pensé que se olvidarían de mi...pero no. Me llamaron. Y allí estaba yo, bajando las largas escaleras, que eran largas básicamente porque fui a sentarme en la parte superior del teatro (¿quizás con la idea de huir?), con lo que dio tiempo a que mi público fuera haciéndose a la idea de que era yo la única cantante y a que la expectación fuera aún mayor si cabe.
Llegué al escenario y comencé a cantar la única canción que en aquel momento logré recordar entera. Una canción que no olvidaré jamás y que hoy mi hijo me pide que le cante, haciéndome recordar una y otra vez aquellos momentos. Cuando acabé las últimas notas de mi canción me recibió un enorme aplauso de apoyo y emoción que resonó en todo el teatro y en mis propios cimientos.
Hoy les traigo aquí, esa canción, El Barquito Chiquitito, no cantada por mí pues esa función es de mi hijo día tras día, pero sí una fiel representación...
Si en "Juntos", el primer libro de la Trilogía Juntos, su escritora Ally Condie ya nos sorprendía con un estilo poético e introspectivo podemos decir que en este segundo libro, "Juntos: Caminos Cruzados", lo lleva a la máxima potencia. Y créanme, eso no es nada malo.
Además, Ally Condie nos lanza un valioso mensaje, el hecho de que todos apoyen a nuestra protagonista, Cassia, a la hora de encontrar y luchar aquello que mas desea.
Por otro lado, la acción se desarrolla de manera muy lenta y en muchos momentos se entretiene demasiado en contar la versión de nuestro otro protagonista, Ky, de sucesos que ocurrieron en el libro anterior. Los secretos que están por desvelarse son muchos y a veces resulta algo frustrante que todos parezcan saber algo excepto la protagonista, es una sensación constante de que está ocurriendo algo que se nos oculta. Cassia parece estar en tinieblas y con ella también nosotros.
Realmente se nota el gusto de la escritora por la poesía pues además de ser el sello de su estilo consigue entretejer la historia a base de poemas, libros o pinturas asegurándose de que tanto los protagonistas como nosotros los lectores, comprendamos el valor de todos esos maravillosos legados. Se trata de una sociedad llena de limitaciones, donde se desechan incluso los legados artísticos por no considerarse importantes y, por otra parte, es una vía para la escritora para hacernos ver la verdadera importancia de todas estas expresiones tanto pasadas como presentes como futuras.
Realmente, las portadas de los libros son muy simbólicas en este y otros sentidos. Si bien, en la reseña de "Juntos" les comentaba que no estaba del todo de acuerdo con el título que se le había dado a esta trilogía, lo cierto es que las imágenes de las diferentes portadas me han parecido de lo mas logradas, llenas de elementos simbólicos que expresan ampliamente el contenido de los libros.
Queda mucho por desvelar, o no, aún a estas alturas de la Trilogía Juntos me pregunto si quedan muchas cosas por decir o si simplemente no se desvelarán nunca salvo lo indispensable. Lo cierto es que me ha mantenido enganchada lo suficiente como para querer saber cómo se resuelve todo en el tercer y último libro.