A escasos dos centímetros del ojo izquierdo, en diagonal sobre el pómulo, tengo una cicatriz. Una cicatriz de un centímetro y medio que para mí simboliza vida.
Simboliza vida porque quiero pensar que me la hice justo en el momento en que en mi cuerpo se produjo ese chispazo, justo en el momento en que mi hijo comenzó a ser mi hijo.
Me desmayé, con tan mala fortuna que fui a dar contra la esquina de una mesa. Y allí, donde les dije, a escasos dos centímetros del ojo izquierdo, en diagonal sobre el pómulo, tengo mi cicatriz. No es bonita ni fea, es mi símbolo. Es mi hijo.
Mi hijo que llegó como un torbellino, con su fuerza, su energía e irradiando felicidad. Mi hijo que llegó con sus prisas por comenzar a vivir y con una enorme carcajada de emoción. Mi hijo.
Todo eso y más simboliza mi cicatriz. Es su huella física en mí, la prueba de que él, mi hijo, es mi fruto.
¿Qué les voy a decir?, algunos se hacen un tatuaje, yo, tengo mi cicatriz. Allá, a escasos dos centímetros del ojo izquierdo, en diagonal sobre el pómulo...