Mostrando entradas con la etiqueta Llanto. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Llanto. Mostrar todas las entradas

lunes, 10 de junio de 2013

La Justa Medida De Las Cosas

Haciendo un análisis retrospectivo he de decir que nunca he sido de las extremistas. Sinceramente, no va con mi forma de ser y definitivamente te trae muchos problemas innecesarios. Ha habido muchas ocasiones en las que a pesar de no saber lo que quería sí que he tenido claro lo que no quería y eso, a mi modo de ver, me ha salvado de mucho y me ha dado las armas para conseguir lo que quería aún sin saberlo.

Por lo general, las posturas extremas siempre me han producido rechazo o, como mínimo, desconfianza. Mi mundo está hecho de muchas gamas de colores y no solo de blancos y negros absolutos. Mis decisiones han sido solo mías y no eran cuestionadas, mas bien se me aconsejaba. Pero con la maternidad la cosa es diferente. Cada decisión que tomas sobre tu hijo, sobre su educación, sobre el día a día y sobre el mínimo detalle se verá siempre cuestionada tanto directa como indirectamente. Desde el miembro mas cercano de tu familia hasta un simple artículo que estés leyendo pasando por la vecina del segundo serán susceptibles de cuestionar todo cuanto hagas o dejes de hacer. Ya les he hablado anteriormente, aquí, sobre la culpa inherente a esa actitud y sobre el proceso que sigue a la misma, pero no es de eso sobre lo que les quiero hablar hoy.

Y es que después de la culpa, después de recuperarte de ella, llega el hastío, el cansancio. Después de ser cuestionada, después de sentir culpa y dudas, de reflexionar y por fin crecerte cual ave fénix y renacer con las ideas bien claras, después de todo eso, seguir escuchando opiniones extremas o contradictorias a diestro y siniestro en tono reprobatorio pueden llegar a cansar hasta el hastío, hasta el agotamiento. Porque a veces, los mismos que piden calma y raciocinio son los mismos que intentan convencernos de sus "métodos". Ejemplos puedo darles unos cuantos:
  • Estoy de acuerdo con el porteo, por supuesto, pero no con ese que de tanto usarlo acabas limitando los movimientos del niño, especialmente si tu hijo es muy activo y no permites que desarrolle lo que mas le gusta y necesita. No lo ates de pies y manos y déjalo andar y gatear a sus anchas, así desarrollará no solo su mente sino también su cuerpo. Todo en su justa medida, hay tiempo para todo y el racionamiento también es bueno.
  • Estoy de acuerdo con el colecho pero también con que enseñes a tu hijo a encontrar su propio espacio para que acuda a él cuando lo necesite o simplemente cuando le apetezca, ambas cosas son enteramente gratificantes, de verdad.
  • Estoy de acuerdo con que los niños lloren, con que expresen sus alegrías y frustraciones del único modo que saben pero también está de nuestra mano el enseñarles a canalizar todos esos sentimientos y sensaciones, enseñarles a encontrar otras vías de desahogo, si no ¿para qué estamos los padres?. Somos sus guías.
  • Los masajes, otro gran tema. A todos nos gusta un masaje de vez en cuando. De vez en cuando. Todos los días y sin tener en cuenta si nos apetece o no puede ocasionar el efecto contrario, estrés y muchas ganas de que no te toquen durante un buen rato. 
Por supuesto, respeto las medidas que los demás ponen en sus hogares pero les conmino al raciocinio y a la observación. La medida que funciona en una casa no tiene por qué funcionar en otra y es por esa misma razón por la que no podemos exigir que los demás cumplan nuestros preceptos. Las cosas no tienen una única manera de hacerse pero el tener una mente abierta y algo de flexibilidad y cordura ayudan mucho.

miércoles, 4 de enero de 2012

Cuando Hay Tormenta


Ayer fue un día extraño. Por primera vez en toda su corta existencia el peque consiguió hacerme soltar lágrimas de frustración. Para empezar, el día ya pintaba mal desde la mañana, yo creo que se fue con sueño a la guardería y  que al fin y al cabo uno no se levanta del mejor humor todos los días. El caso es que eso marcó el resto del día. En algún momento antes de que yo lo recogiera debió de quedarse dormido, lo suficiente para coger fuerzas pero no como para que fuese reconstituyente hasta el punto de ponerlo de mejor humor.

En el almuerzo comió un poco pero seguidamente cogió sus platos, el de la comida y el de la fruta y los tiró al suelo con sus contenidos incluidos. Hecho este totalmente impropio en él, he de decir. Lo regañé pero sinceramente pareció no importarle en lo absoluto. Pensé que tan poca implicación eran debidas al sueño que debía tener, pues en la guardería se les pasó comentarme que el niño ya había dormido algo. Así que, estando así las cosas, me dispuse a llevarlo a dormir. Craso error. 

Desde la cuna gritaba, tiraba las chupas, a todos y cada uno de sus muñecos y hasta después de toser por el esfuerzo consiguió vomitar parte del almuerzo. Vamos, que hizo acopio de todas sus armas. Tanta y tan seguida sucesión de armamento creo que fue lo que me descolocó, uno tras otro hicieron aparición y mi mente no pudo o no supo asimilarlo en ese momento. Estaba totalmente confusa buscando una explicación a tanto escándalo. Normalmente soy mas reflexiva, paciente y comprensiva pero hay días en que una está mas cansada que otros y simplemente no sabes reaccionar ante las circunstancias. Y ayer no supe, me bloqueé. Me ofusqué en tratar de hacerlo dormir y él en empeñarse en que no lo haría en su cuna. 

Para cuando llegó papá del trabajo, ya casi a las cinco de la tarde, nos encontró a los dos llorando, cada uno por su motivo y los dos porque a pesar de todo no nos gustan ese tipo de situaciones y ante todo queríamos estar juntos. Papá me llevó a nuestra cama para que descansara y se fue con el peque a su cuarto y a hablarle con ternura explicándole todo. Al final, ambos nos dormimos con sus dulces palabras y por el aire nuevo y fresco que supuso su llegada, con calma, con temple y sin saturación.

Al despertar, el peque y yo nos buscamos con desesperación y pasamos una hora en el sofá acostados, pegaditos y bien abrazados, como pidiéndonos perdón mutuamente por nuestra obcecación. Espolvoreados de vez en cuando por los besos de papi que fingía hacer sus cosas mientras nos observaba con atención. Y ya, mas tarde, decidimos salir los tres a dar un paseo para renovar los aires y despejar las mentes. ¡Qué bien nos sentó!

Hoy me siento algo desgastada por el mal rato de ayer pero en paz por la feliz conclusión, feliz por tener al peque y muy, muy feliz por tener a papi. Y tampoco dejo de pensar en que, por la noche, me llamó un amigo que en esto de los hijos ya tiene algo mas de experiencia, pues ya tiene el tercero en camino, que me dijo; ¿y por qué si veías que no se dormía simplemente no cogiste su cochecito y te lo llevaste a dar un paseo? seguro que se hubiera dormido por el camino y todos felices. 

Era tan fácil, pero simplemente me obcequé y el peque también. De alguna manera ocurrió lo que nunca ocurre, en algún punto, nuestra cabezonería, la mía y la suya heredada de mi, fue conjurada para chocar el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar y lo mas importante, entre nosotros dos. 

Durante los malos momentos, en el fondo de mí, no dejaba de pensar en si nuestra relación se resentiría después de ese quebranto pero luego me quedó claro que no, nos hemos unido mas, hemos visto de cerca lo que es alejarnos el uno del otro tan solo un poquito y no nos ha gustado nada.

Ahora pienso en abrir mi mente y en encontrar posibles soluciones a situaciones como esta. ¿Me ayudas?