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martes, 7 de mayo de 2013

El Proceso De Ser Madre

Hoy quiero dedicar esta entrada a todas esas mamás recientes o no tan recientes pero que pasan o han pasado por algunos momentos "difíciles" con sus bebés. A esas mamás que no tienen bebés a quienes acuestan a dormir y... ¡hasta mañana!, como se suele decir. Todos conocemos a alguien que asegura tener por hijo a un "bendito", uno de esos niños que no resuella y que duerme toda la noche casi desde que nace. A esas madres, ¡felicidades! no puedo añadir nada mas. Yo soy de las otras y a este grupo me quiero referir hoy.

No hay nada comparable a la felicidad absoluta y completa que sientes cuando das a luz y por fin tienes entre tus brazos a ese bebé tan ansiado. Pero no olvidemos que tu bebé depende totalmente de ti, para todo. Ser madre también es un proceso, pasas de ocuparte de ti a casi olvidarte y entregar todo tu ser a ese pequeño. (Si quieres verlo incluso con algo de humor no dejes de pinchar aquí).

Mis primeras lágrimas brotaron durante los primeros meses del bebé, recuerdo muy bien el momento, debía ser de madrugada, con el pequeño sobre mi, panza con panza. Por fín había caído rendido después de llorar y llorar por sus cólicos. Cuando él dejó de llorar, comencé yo. Mis lágrimas eran de agotamiento y de frustración, frustración por no saber qué mas hacer para aliviarlo, por querer evitarle todo dolor y no saber cómo hacerlo y frustración también ante las dudas y ante la infundada posibilidad de no ser capaz de hacerme cargo de mi hijo. Hasta ese punto llegas a sentirte tan perdida. Y hablando de todo un poco, sí, un bebé puede tener cólicos aunque le estés dando el pecho. No es tan raro como la gente comenta y no, absolutamente no eres mala madre por ello.

Y ¿sabes qué?, lo estás haciendo bien, muy bien, solo que esta es una fase que a veces toca pasar. Este es uno de tantos momentos cruciales en los que te transformas en mamá, en los que te das cuenta de que estás dispuesta a dar todo por ese pequeñín que acaba de llegar a tu vida. De momentos como ese sacas también entereza y en un futuro lo recordarás como un gran logro y como momentos de máxima unión. Pues claro que sí, esos momentos unen. Todavía hoy, cuando mi hijo está enfermito o busca consuelo se tumba sobre mi, panza con panza. Siempre pienso que es imposible que él recuerde aquellos momentos pero algo queda, eso es seguro. Y ni que decir de esa conexión, de ese nexo que nos une ahora...

Si con esta entrada consigo infundir confianza, seguridad y ánimos a estas madres habré conseguido mi objetivo. 
Nuestro caso estuvo marcado por los cólicos pero agradeceré a todas las madres con algo de experiencia en momentos algo difíciles que las aporten aquí para ayudar a las nuevas y futuras mamas a trabajar en su confianza y a transitar con mayor seguridad en el proceso de ser madre.

miércoles, 4 de enero de 2012

Cuando Hay Tormenta


Ayer fue un día extraño. Por primera vez en toda su corta existencia el peque consiguió hacerme soltar lágrimas de frustración. Para empezar, el día ya pintaba mal desde la mañana, yo creo que se fue con sueño a la guardería y  que al fin y al cabo uno no se levanta del mejor humor todos los días. El caso es que eso marcó el resto del día. En algún momento antes de que yo lo recogiera debió de quedarse dormido, lo suficiente para coger fuerzas pero no como para que fuese reconstituyente hasta el punto de ponerlo de mejor humor.

En el almuerzo comió un poco pero seguidamente cogió sus platos, el de la comida y el de la fruta y los tiró al suelo con sus contenidos incluidos. Hecho este totalmente impropio en él, he de decir. Lo regañé pero sinceramente pareció no importarle en lo absoluto. Pensé que tan poca implicación eran debidas al sueño que debía tener, pues en la guardería se les pasó comentarme que el niño ya había dormido algo. Así que, estando así las cosas, me dispuse a llevarlo a dormir. Craso error. 

Desde la cuna gritaba, tiraba las chupas, a todos y cada uno de sus muñecos y hasta después de toser por el esfuerzo consiguió vomitar parte del almuerzo. Vamos, que hizo acopio de todas sus armas. Tanta y tan seguida sucesión de armamento creo que fue lo que me descolocó, uno tras otro hicieron aparición y mi mente no pudo o no supo asimilarlo en ese momento. Estaba totalmente confusa buscando una explicación a tanto escándalo. Normalmente soy mas reflexiva, paciente y comprensiva pero hay días en que una está mas cansada que otros y simplemente no sabes reaccionar ante las circunstancias. Y ayer no supe, me bloqueé. Me ofusqué en tratar de hacerlo dormir y él en empeñarse en que no lo haría en su cuna. 

Para cuando llegó papá del trabajo, ya casi a las cinco de la tarde, nos encontró a los dos llorando, cada uno por su motivo y los dos porque a pesar de todo no nos gustan ese tipo de situaciones y ante todo queríamos estar juntos. Papá me llevó a nuestra cama para que descansara y se fue con el peque a su cuarto y a hablarle con ternura explicándole todo. Al final, ambos nos dormimos con sus dulces palabras y por el aire nuevo y fresco que supuso su llegada, con calma, con temple y sin saturación.

Al despertar, el peque y yo nos buscamos con desesperación y pasamos una hora en el sofá acostados, pegaditos y bien abrazados, como pidiéndonos perdón mutuamente por nuestra obcecación. Espolvoreados de vez en cuando por los besos de papi que fingía hacer sus cosas mientras nos observaba con atención. Y ya, mas tarde, decidimos salir los tres a dar un paseo para renovar los aires y despejar las mentes. ¡Qué bien nos sentó!

Hoy me siento algo desgastada por el mal rato de ayer pero en paz por la feliz conclusión, feliz por tener al peque y muy, muy feliz por tener a papi. Y tampoco dejo de pensar en que, por la noche, me llamó un amigo que en esto de los hijos ya tiene algo mas de experiencia, pues ya tiene el tercero en camino, que me dijo; ¿y por qué si veías que no se dormía simplemente no cogiste su cochecito y te lo llevaste a dar un paseo? seguro que se hubiera dormido por el camino y todos felices. 

Era tan fácil, pero simplemente me obcequé y el peque también. De alguna manera ocurrió lo que nunca ocurre, en algún punto, nuestra cabezonería, la mía y la suya heredada de mi, fue conjurada para chocar el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar y lo mas importante, entre nosotros dos. 

Durante los malos momentos, en el fondo de mí, no dejaba de pensar en si nuestra relación se resentiría después de ese quebranto pero luego me quedó claro que no, nos hemos unido mas, hemos visto de cerca lo que es alejarnos el uno del otro tan solo un poquito y no nos ha gustado nada.

Ahora pienso en abrir mi mente y en encontrar posibles soluciones a situaciones como esta. ¿Me ayudas?

martes, 27 de septiembre de 2011

La Locura de la Fiebre y los Termómetros



El termómetro. Desde que estamos preparando la llegada del nuevo bebé, sobretodo si somos primerizas, ineludiblemente nos vemos enfrentadas a la "difícil" decisión de elegir el termómetro. No cualquier termómetro no, EL TERMÓMETRO. Porque claro, hoy en día hay tanta variedad; que si digital, que si infrarrojos,  electrónicos de oído, que si 4 en 1, que si 5 en 1...ufff. Y no ha sido hasta este fin de semana, cuando mi hijo tiene ya algo mas de 13 meses, que me ha quedado totalmente clara la cuestión. 

Pues bien, como decía, antes de que naciera mi hijo hice mi pequeña encuesta entre amigos, conocidos, matronas y demás personas susceptibles de ser preguntadas, y las opiniones eran tan variadas como la cantidad de personas a las que pregunté. Acabé comprando un termómetro digital con punta flexible pues la opción de los termómetros de oído me la desaconsejaron por excesivamente caros y poco fiables. Y porque ya no se venden los termómetros de mercurio de toda la vida, porque la amplia mayoría coincidía en que ya no se hacen termómetros tan fiables como aquellos. 

A partir de esa compra, damos un salto en el tiempo de unos catorce meses que  es cuando realmente hemos venido a necesitar el dichoso termómetro. Me pasé toda una tarde midiéndole la temperatura al niño, primero debajo de una axila, luego de la otra, luego volvía a probar con la anterior...y casi siempre me daba valores distintos. Probar en otros lugares del cuerpo se hacía imposible con tanta tensión por ambas partes. Claro, entre que el niño no paraba de moverse y yo que no atinaba con el lugar... Total, que al final le hacía una media de las temperaturas tomadas para llegar a la conclusión, de  lo que ya sabía cuando fui a coger el termómetro por primera vez, que efectivamente mi hijo tenía fiebre. 
No debería de haber sido algo preocupante, pero los nervios de ser padres primerizos y la frustración por ver al peque tan apagadito y todo ello mezclado con una buena dosis de efectos especiales (díganse vómitos, catarro y llanto del niño por el susto), nos nubló el entendimiento. Pónganse en situación, se juntan todos estos factores y nosotros que no atinamos a pensar con cordura. Así que a las primeras de cambio, nos vamos con el peque a urgencias. Y como si de un cuento de hadas se tratase cuando estuvimos delante del pediatra de turno el peque estaba mucho mejor, al parecer por el apiretal que atinamos a darle en un momento de lucidez antes de salir. Pensándolo retrospectivamente creo que debimos darnos cuenta de que el niño estaba mejorando cuando lo estábamos vistiendo a las 3 de la madrugada para salir y él no paraba de reír emocionado diciendo: "Calle! Calle!". Cualquier persona se hubiera dado cuenta de que un niño enfermo no actuaría así...Pero en fin, obviamente los momentos de lucidez escasearon.

Pues bien, nos situamos de nuevo delante del pediatra quien, por cierto, nos miraba con cara de estar haciendo ejercicios de relajación internamente para no pegarnos tres sopapos y, acto seguido, nos dio una charla sobre cómo nos preparan de pequeños a todos para reaccionar con pánico ante la fiebre. La fiebre, que es un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo, que sube su temperatura para curar al niño y defenderle del ataque vírico o bacteriano. Tuve el suficiente tino como para percibir un leve atisbo de vergüenza pero dejé el pensamiento para mas adelante y regodearme en él.   

Y aquí estoy, con el peque ya mejor, mi mente aclarada y rescatando esa tarea por hacer. He llegado a varias conclusiones, aplicables a casos como éste, que simplemente era una reacción normal a una vacuna junto con la aparición de algunos dientes que por estos días amenazan con salir. Factores que ya sabía de antemano por advertencia de la pediatra y que aún así me permití "obviar" en ese lapsus de locura transitoria:

1.- Con mi actitud estoy también asustando y ayudando al niño a reaccionar de la misma incongruente manera en ocasiones futuras.

2.- Un termómetro me sirve para confirmar que efectivamente tiene  fiebre, qué mas da la medición exacta, si tocando al niño ya sabemos que quema y tiene fiebre.

3.- Y por último, SERENIDAD, SERENIDAD, SERENIDAD... que con la mente despejada se piensa mucho mejor. Estoy segura de que esta última será la más difícil pues ¿cómo no asustarse cuando ves a tu hijo tan mustio, echando la cabecita por todas partes y no siendo el trasto que suele ser siempre?.